Un nuevo concepto de Belleza: ética y estética
¿Cómo se relacionan la Belleza y la Sostenibilidad? Podríamos pensar que no tienen nada que ver, y que no se necesitan la una a la otra. O, incluso, que son incompatibles. Muchas veces se ha dicho que lo “sostenible” es “feo” o “cutre”. Y lo “bello” se ha asociado a lo superficial, a lo innecesario, y al lujo poco sostenible. Con esta historia pretendemos aportar una visión diferente sobre todo esto.
El Diseño a menudo se ha entendido como una actividad que crea belleza, que embellece el mundo. Vamos a ver como el Diseño, hoy en día, no se encarga sólo de crear productos o gráficas, sino también servicios y experiencias más amplias, negocios, e incluso políticas. Y en todos ellos puede haber Belleza.
Belleza y conexión emocional: claves para la Sostenibilidad
Vamos a comenzar por el nivel de los productos, ya sean físicos (p.ej. mobiliario, juguetes, o aparatos electrónicos) o digitales (p.ej. páginas webs o apps móviles). En el diseño de productos, ha existido siempre el debate entre funcionalidad y belleza, como si fueran cosas opuestas. Ahora, incluimos en el debate otra variable: la sostenibilidad. Lo cierto es que la belleza tiene mucho que ver con las emociones, con la conexión emocional que las personas tenemos con las cosas. Y esto está relacionado con dos aspectos de los que hablamos a continuación.
En primer lugar, queremos hablar de la relación entre la belleza y la buena experiencia de usuario con un producto. Azur González explica en ‘Diseño, emociones y belleza’ como “un producto que establece una conexión positiva produce un subidón cognitivo que hace que sea más fácil utilizarlo”. Así, crear interfaces bellas, podría ayudar, por ejemplo, a reducir la brecha digital que sufren las personas mayores. Pero también puede facilitar la accesibilidad de otras personas. El tema de la accesibilidad digital ya es en sí una cuestión relacionada con la sostenibilidad y el impacto positivo. En primer lugar, se trata de un impacto social. Pero también tiene que ver con el impacto medioambiental, ya que una interfaz digital accesible contribuye a un menor consumo de energía. Acerca de esto, puedes leer más en nuestra historia sobre Diseño web sostenible.
Si hablamos de productos físicos, un buen ejemplo es la silla de ruedas diseñada por LAYER. Este producto ofrece la mejor experiencia de usuario: se adapta la ergonomía de su diseño a la persona que lo va a utilizar, es ligero y flexible. Pero además, su estética elegante contribuye a eliminar el estigma social que acompaña a las sillas de ruedas, lo cual aporta a la inclusión social. Una persona dijo que esta era la única silla de ruedas con la que se sentía a gusto en una discoteca.
Podríamos llevar estos conceptos, no sólo a los productos, sino a los espacios y los entornos en los que habitamos. No es casualidad que el lema de la Nueva Bauhaus Europea sea “beautiful, sustainable, together” (“bella, sostenible, compartida"). Se entiende que la “belleza” es parte de una experiencia en el entorno en que vivimos, que sea de calidad, placentera, y aumente el bienestar de las personas.
En segundo lugar, queremos hablar de la relación de la belleza con la durabilidad. Sabemos que la durabilidad es clave para la sostenibilidad: que un producto dure, y siga aportando valor durante mucho tiempo, lo hace más sostenible. Y esto también tiene que ver con esa conexión emocional de la que hablábamos.
La belleza de un producto hace que se genere una conexión emocional más fuerte con el mismo, y así, sea más difícil desprenderse de él. Hace que las personas quieran cuidarlo y tengan un sentimiento de responsabilidad con el producto. Probablemente, las personas que utilicen la silla de ruedas diseñada por LAYER la cuidarán durante toda la vida.
Nos alejamos del concepto de belleza superficial, destinada únicamente a “adornar” un producto, o hacerlo parecer lo que no es. Hablamos de una belleza auténtica, que destaca las mejores cualidades de un producto y hace que las personas quieran relacionarse con ese producto. Esto no quiere decir que los objetos no deban tener ninguna ornamentación. Lo importante, es que la estética del objeto destaque las cualidades que son importantes para las personas que se relacionan con él. Podemos hablar de una “estética significativa”.
La arquitecta Joanna Laajisto habla de “los elementos simples y clásicos que sobreviven al paso del tiempo”, en el artículo “La estética de lo sostenible”. Sus piezas y sus espacios son un ejemplo de estos elementos que no pasan de moda, y que las personas quieren mantener durante el máximo tiempo posible. Otro ejemplo es la lámpara cesta de Miguel Milá (en la foto de portada). Todos estos productos tienen en común una estética que se adapta a diversos tiempos y lugares, y que hace que se mantengan duraderos por décadas.
¿Y en el diseño digital? Ocurre lo mismo. El diseño de una marca digital, o el diseño web, si se realiza con una estética auténtica será más sostenible. Una estética y una imagen basada en un trabajo riguroso de definición de los valores y el propósito de la marca, y no en tendencias pasajeras. Esto hará que los usuarios de la marca tengan una conexión emocional duradera con ella, evitando hacer constantes rediseños con el coste que implican.
La Belleza sólo es real si es Sostenible
“El esfuerzo por crear una belleza duradera no depende del estilo sino de la verdad. La belleza es lo que da a las cosas su inmortalidad” (Alan Moore).
Igual que hablamos de que la belleza aporta a la sostenibilidad, pensamos que la sostenibilidad y la ética también aportan a la belleza. La belleza, no como algo superficial que se añade después, sino como algo que sólo se puede lograr plenamente si todo lo que hacemos es bueno. Es una especie de “belleza moral”. A veces esta belleza moral aparece en nuestras expresiones cotidianas: cuando creemos que lo que alguien hizo ‘está mal’, decimos que ‘está feo’. Actualmente nos encontramos en un cambio de paradigma. Las personas cada vez valoramos más esa belleza profunda, la que está ligada a que las cosas sean buenas para nosotras y para el planeta. En relación con esto, Ecio Manzini habla de “una nueva belleza en las cosas”.
Reivindicamos el valor estético como consecuencia de otros valores en el proyecto. La estética, en un proyecto, es el resultado visible de otros valores presentes en él. Es el resultado de una selección de materiales basada en la economía circular y local. Es el resultado de adaptar un producto para que sea inclusivo y accesible para todo el mundo. Es el resultado de tener en cuenta, en el propio proceso de diseño, los intereses y necesidades de muchas personas.
Esta es una idea que aplican proyectos y empresas como MO de Movimiento, que ofrece al mundo una belleza real, no vacía. Las sensaciones que hacen llegar a sus públicos tienen detrás unas decisiones éticas y un compromiso real con la sostenibilidad. Su comunicación y su estética son auténticas y no están basadas en el Greenwashing ni el Socialwashing.
Otro ejemplo es el proyecto Diseñando Lo Por Venir, organizado por IDECART para la World Design Capital Valencia 2022. Se desarrollaron procesos de co-diseño con diversos colectivos, desde una mirada de inclusión social y salud. De esos procesos, salieron una serie de productos totalmente distintos, ya que partían de las necesidades y preocupaciones de cada colectivo que participaba. No son sólo los productos, sino también el proceso participativo, los que ayudaron a cada colectivo a encontrar caminos hacia la inclusión social. Sin duda, un proyecto bello y atractivo, que emociona, no sólo por los resultados, sino por todo el proceso y el propósito del mismo.
Esta belleza está presente en el proyecto completo, incluso el negocio, y no sólo en los productos finales. Lo que hace a estos proyectos más bellos, es que son auténticos y tienen un impacto positivo real sobre las personas y el planeta.
Diseñar un mundo bello: de diseñar objetos, a diseñar relaciones
Si queremos que la Sostenibilidad se convierta en la norma, esta no debe ser algo aburrido ni feo. Debe ser algo atractivo, que emocione, y que ilusione a las personas a seguir ese camino. Y para ello, no diseñamos únicamente objetos, sino nuevas culturas y formas de relacionarnos.
Cuando hablamos de Diseño para la Innovación Social, o de disciplinas como el Diseño de Servicios, en realidad estamos hablando de diseñar relaciones. Ya no diseñamos objetos, sino que damos forma a plataformas, lugares, organizaciones… en las cuales se producen una serie de relaciones e interacciones. Debemos diseñar estos servicios y organizaciones, de manera que se adapten a las necesidades del ser humano y los límites del planeta. Que favorezcan una buena experiencia de usuario a las personas que se relacionan con ellas. Una buena experiencia es una experiencia bella, sin fricciones, que produce deleite.
De hecho, en Monnou, muchas veces nuestro proceso de diseño no lleva a materializar un producto. A veces sí: definimos una estrategia para una organización, y a partir de ella, se diseña un producto. Por ejemplo, una nueva página web, o un nuevo packaging. Pero otras, esa estrategia que definimos lleva a diseñar algo intangible. Por ejemplo, un nuevo servicio que facilita a los usuarios reutilizar un producto. Y en esto, también buscamos la belleza.
Creemos que la definición de ‘diseño’ está cambiando, y debe cambiar. Como dice Monchaux en el MIT Technology Review, se trata de recuperar el sentido original del término ‘diseño’. “No solo la búsqueda de una forma más bella, sino la configuración de un mundo más bello y sostenible”.